LECTIO DIVINA – CICLO C – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO XXXI

Lectura del libro de la Sabiduría. 11,23-12,2.

Lectio: composición gráfica utilizando los motivos principales de la vidriera de la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Moratalaz, Madrid Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te compadeces de todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepienten. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia si tú no las hubieses llamado?

Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

Salmo 144,1 2.8,9.10 11.13cd-14.

R./ Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey.

Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor;
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Segunda carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses. 1,11-2,2.

Hermanos: Siempre rezamos por vosotros para que nuestro Dios os considere dignos de vuestra vocación; para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; y para que así Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria y vosotros seáis la gloria de él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.

Os rogamos, a propósito de la última venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras: como si afirmásemos que el día del Señor está encima.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 19,1-10.

En aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.

El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: –Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: –Mira, la mitad de mis bienes. Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.

Jesús le contestó: –Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Amor, fidelidad, compasión, ternura y, en última instancia, salvación son palabras clave con las que la revelación bíblica describe las relaciones entre Dios y el ser humano. La liturgia de este domingo las propone una vez más a nuestra reflexión y contemplación. El pasaje del libro de la Sabiduría es uno de los más bellos y sugerentes del Antiguo Testamento. Escuchar que Dios es “amigo de la vida” reconforta el corazón y nos asegura que, más allá de cualquier tribulación, siempre hay lugar para la esperanza. El salmista, por su parte, proclama a Dios como rey y Señor, pero deja bien claro que ese realeza y ese señorío radican esencialmente en su amor y su fidelidad a las criaturas. Jesús, el Hijo, encarna en su persona el amor y la fidelidad del Padre, garantizándonos de esta manera la auténtica salvación.

COMPRENDER EL TEXTO:
Muchas veces, el Señor llega a nuestras vidas por sorpresa. Eso le pasó a Zaqueo, el jefe de publicanos que salió a la calle para ver pasar a Jesús y fue sorprendido por su presencia. Su mirada y su palabra le llevaron a entrar en el camino de la conversión, a la vez que cambiaron su etiqueta de “pecador público sin remisión” por la de “hijo de Abrahán”, “hombre salvado”.

El episodio de hoy se sitúa al final de la “sección del viaje”, que ocupa el centro del evangelio de Lucas. Este largo camino de Galilea a Jerusalén no tiene como objetivo principal describir un itinerario geográfico o temporal, sino ofrecer un marco adecuado para instruir a los discípulos y subrayar la dimensión universal de la Buena Noticia, además de preparar el inminente acontecimiento de la muerte y resurrección del Señor. En este contexto, Jesús entra en Jericó, la última etapa significativa del viaje.

El evangelista nos presenta a un personaje peculiar que desempeña un oficio muy poco popular. Zaqueo es “jefe de publicanos”, un oficio mal visto por los judíos. Además de lo que suponía de colaboracionismo con la potencia opresora, se daba por hecho que estos funcionarios se apropiaban indebidamente de parte de los tributos, de ahí que se les considerase pecadores públicos –eso significa “publicano”-. También Zaqueo no era un pequeño funcionario, sino un jefe de recaudadores y, además, rico, una palabra que para Lucas está cargada de connotaciones negativas. Este individuo, viene a decir el evangelista, es una pura calamidad.

Zaqueo “era bajo de estatura”, en sentido físico y moral. A base de cometer bajezas, su persona se había visto reducida. Además, la gente le impedía ver a Jesús; estaba señalado como pecador público y tal etiqueta hacia improbable que la gente religiosamente correcta se mezclara con esos individuos. Sin embargo el empequeñecido Zaqueo está decidido a conocerlo y, para lograrlo, se sube a una higuera.

Zaqueo “quería conocer a Jesús”, pero, evidentemente, es Jesús quien domina la situación y conoce a fondo a Zaqueo. Antes de que el jefe de publicanos pudiera verlo, Jesús lo llama por su nombre y le hace una propuesta increíble: “Baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Este gesto gratuito de Jesús antecede a toda muestra de arrepentimiento por parte de Zaqueo porque la única motivación de Jesús es el proyecto amoroso de Dios. Así se deduce de la expresión “tengo que”, con la que numerosos pasajes del Nuevo Testamento dan a entender que la vida de Jesucristo en general y sus comportamientos concretos no son fruto de la casualidad o la improvisación. Todo responde a un proyecto trazado por el Padre y seguido fielmente por el Hijo.

La gente murmuraba, no sabe descubrir la misericordia de Dios que se hace presente en Jesús, y la fama de éste, una vez más, queda en entredicho, porque la comunión de mesa implicaba también comunión de vida. Por su parte, Zaqueo, ante tal honor inmerecido, reacciona con prisa y con alegría. Su alegría es síntoma de que el proyecto salvador de Dios ya está llamando a las puertas de su vida. Y aquel “caso perdido” se convierte.

Zaqueo entra en la sorprendente lógica del Reino. Recobrando su verdadera estatura, su dignidad, se puso en pie y manifestó decididamente su decisión de cambio. A partir de ahora conoce verdaderamente al Señor y toma conciencia de que está muy por encima del dios dinero. Ahora es heredero de las promesas hechas por Dios a Abrahán. La salvación realizada “hoy” en su casa y en su persona, ha sido posible gracias a la misericordia de Dios, no a los méritos que él haya podido acumular. Y es que “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Por eso la verdadera búsqueda no era la de Zaqueo, sino la de Jesús. Dios no paró hasta dar con él, y sólo así pudo llegar a la conversión.

ACTUALIZAMOS:
Todos llevamos un Zaqueo en nuestro interior, al igual que un publicano como el de la semana pasada. Somos esa persona que Dios busca sin descanso. Hoy, Jesús sale a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre y expresa su deseo de alojarse en nuestra casa para llenarla de salvación.

  1. Zaqueo experimenta la bondad de Dios y, a partir de ahí, surge la conversión:
    ¿Hasta qué punto soy consciente de que la conversión es respuesta al don de Dios? ¿Pido este don para mi fe?
  2. Zaqueo no es un personaje encerrado en el evangelio de Lucas:¡Yo soy Zaqueo!:
    ¿En qué debería cambiar concretamente mi vida si acepto que Jesús se encuentre conmigo? ¿Estoy dispuesto a asumir esos cambios?
  3. El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”:
    ¿Quiénes son hoy los “zaqueos” que esperan el encuentro con Jesús? ¿Reaccionamos ante ellos como la gene, que murmura, o como Jesús, que ofrece el amor gratuito de Dios?
  4. Hoy ha llegado la salvación a esta casa”:
    ¿De qué necesitas ser salvado? ¿Cómo puede esta salvación concreta que esperas ofrecer alegría a tu vida y a tu entorno?

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