LECTIO DIVINA – CICLO C – PASCUA DOMINGO III

Hechos de los Apóstoles. 5,27b-32.

Lectio: composición gráfica utilizando los motivos principales de la vidriera de la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Moratalaz, Madrid En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: –¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los apóstoles replicaron: –Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros matásteis colgándolo de un madero». «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados». Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

Azotaron a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles salieron del Consejo, contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.

Salmo. 29.

R./ Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mi.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Lectura del libro del Apocalipsis. 5,11-14.

Yo, Juan, miré y escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza».

Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -todo lo que hay en ellos- que decían: «Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos».

Y los cuatro vivientes respondían: Amén. Y los ancianos cayeron rostro en tierra, y se postraron ante el que vive por los siglos de los siglos.

Evangelio según San Juan. 21,1-19.

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice: –Me voy a pescar.

Ellos contestan: –Vamos también nosotros contigo.

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: –Muchachos, ¿tenéis pescado?

Ellos contestaron: –No.

Él les dice: –Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: –Es el Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: –Traed de los peces que acabáis de coger.

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice: –Vamos, almorzad.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Las lecturas de este domingo continúan centrándose en el misterio pascual que celebramos, subrayando el compromiso testimonial que implica la experiencia de la resurrección de Jesucristo. Testigos son los apóstoles, que proclaman el misterio de la fe cristiana a pesar de las amenazas del Sanedrín. Testigos son “todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra y en el mar”, que alaban a Dios y al Cordero. Testigo es toda la Iglesia cuando lleva en el centro de su tarea evangelizadora a Cristo resucitado. Testigos somos también nosotros cuando escuchamos la Palabra de Dios, nos alimentamos en la mesa de la fraternidad y vivimos en la esperanza gozosa y comprometida de su vuelta definitiva.

COMPRENDER EL TEXTO:
De la mano del cuarto evangelista estamos realizando un itinerario pascual. El domingo pasado, Jesús resucitado envió a sus discípulos al mundo como testigos. El evangelio de este domingo muestra cómo Jesús acompaña a los suyos en la misión y, a la vez, presenta las condiciones necesarias para que dicha misión dé fruto.

Bajo la apariencia de una escena de pesca, el autor del cuarto evangelio insiste en la presencia del Resucitado acompañando y estimulando la misión de los discípulos.

El centro del episodio es, una vez más, Jesús resucitado, que se manifiesta a un grupo de discípulos en Galilea mientras estaban ocupados en la tarea cotidiana.

Siete discípulos salen a pescar juntos. Bajo esta apariencia de normalidad, el pasaje trata de mostrarnos una dimensión más profunda: el siete es un número que indica plenitud, totalidad, y está aludiendo a todos los seguidores de Jesucristo que se empeñan en la tara de ser “pescadores de hombres”. Aunque trabajan juntos y bajo las órdenes de Pedro, es de noche y vuelven de vacío. Sólo cuando sigue las indicaciones del Resucitado, cuando desde la orilla amanece, consiguen pesca abundante. Y es que el éxito de la tarea misionera no depende sólo del esfuerzo humano, sino sobre todo de la presencia del Resucitado en ella.

En este relato, el discípulo amado tiene, una vez más el privilegio de reconocer a Jesús, el Señor.

Jesús no sólo es el que da fecundidad al trabajo de los discípulos, sino que, además, los prepara y convoca para la comida eucarística. Él es el único pan que se parte y reparte por amor, y, aunque no necesita la pesca de los discípulos (ya hay peces colocados sobre las brasas), pide la colaboración humana: “Traed algunos de los peces que habéis pescado”. Simón Pedro, en nombre de todos, saca la red rebosante de la barca y lleva al Señor el trabajo de los siete. Es una red llena, de la que se dice el número de peces que contenía: ciento cincuenta y tres. El simbolismo de los números habla, una vez más, de una Iglesia universal en la que caben todos, en la que ninguno se pierde (la red no se rompe). También la figura de Pedro, tal y como aparece en este relato evangélico, presenta algunos elementos de carácter simbólico.

Es evidente que Pedro ocupa un puesto relevante en el pasaje, ya sea convocando a los discípulos para la pesca o llevando ante el Señor la red repleta de peces. No en vano tuvo una enorme importancia en los inicios del cristianismo. Pero además este relato habla, de forma simbólica, de su trayectoria personal y religiosa (v. 7): antes de conocer a Jesús, el Señor, Pedro estaba desnudo, símbolo de debilidad y miseria; cuando lo conoce se ciñe un vestido, símbolo de disposición para el servicio, y se lanza al agua, un gesto que expresa la entrega de la vida (entrega que se percibe aún mejor en Jn 21,15-199).

Ojalá nosotros, que conocemos al Señor, nos lancemos también al mar, dispuestos al servicio misionero, bajo las órdenes del Resucitado y participando del banquete eucarístico con los hermanos.

ACTUALIZAMOS:
Jesús resucitado se ha hecho presente en medio de la vida y misión de su Iglesia, a quien ha recordado que debe prestar atención a su Palabra y ponerla en práctica. Solo él puede dirigir y sostener una tarea evangelizadora que está encomendada a toda la comunidad cristiana.

  1. El Resucitado se hace presente orientando con su Palabra el trabajo cotidiano, ofrece alimento y pide la decisión de seguirle hasta dar la vida:
    ¿Cuál es la imagen del evangelio de hoy con la que se identifica tu fe?
    ¿Por qué?
  2. El Resucitado da a sus discípulos un mandato misionero:
    Echad las redes”.
    ¿En qué situaciones concretas percibes la llamada del Señor a “echar las redes”?
    ¿Dónde te cuesta más hacerlo?
  3. La imagen de una red que acoge a todos
    ¿qué motivos de esperanza nos sugiere de cara a nuestra Iglesia?

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