Lectura del profeta Isaías. 43,18-19.21-22.24b-25.
Esto dice el Señor: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed del pueblo que yo formé, para que proclamara mi alianza.
Pero tú no me invocabas, Jacob; ni te esforzabas por mí, Israel; no me saciabas con la grasa de tus sacrificios; pero me avasallabas con tus pecados, y me cansabas con tus culpas. Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.
Salmo 40,2-3.4-5.13-14.
R./ Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido,
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos. R./
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti». R./
A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia,
Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén. Amén. R./
Segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios. 1,18-22.
Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder «Amén» a Dios, para gloria suya.
Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. El nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos. 2,1-12.
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaúm, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta. El les proponía la Palabra.
Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados quedan perdonados.
Unos letrados, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: ¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: -¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados», o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…, entonces le dijo al paralítico: -Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: -Nunca hemos visto una cosa igual.
El misterio de la persona de Jesús sigue desvelándose, esta vez de nuevo en Cafarnaún. Sus palabras y sus signos no sólo alcanzan la admiración del pueblo, también provocan rechazo por parte de los maestros de la ley y los fariseos. En el pasaje de hoy ponen en duda la autoridad y las pretensiones de Jesús. Empieza a perfilarse el conflicto que le llevará a la muerte.
- COMPRENDER EL TEXTO:
- Una semana más nos encontramos ante una curación , hoy de un paralítico. Jesús predicaba y curaba, palabras y obras, mensaje acompañado de signos.. para proclamar esta salvación que traía en nombre de Dios. La escena de hoy presenta paralelismo con la curación del leproso, pero da un paso más.
El pasado domingo, Jesús no solo curaba el mal físico del leproso, sino que también le devolvía la dignidad como persona, e incluso lo libraba de la carga del pecado en el que se suponía que estaba el origen de la enfermedad. Hoy, este elemento de perdón de los pecados queda formulado de forma mucho más clara. El hombre busca la curación de su enfermedad y sin embargo Jesús comienza con la curación espiritual que se produce antes, diciéndole: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Jesús quiere poner el acento en el perdón de los pecados, o sea, en la renovación interior de la persona. La fe en Jesús debe servirnos, sobre todo para curarnos por dentro, para renovar nuestro corazón y nuestro espíritu, para hacernos cada día mujeres y hombres nuevos.
Es la misma llamada a la renovación interior que nos hace el profeta Isaías en la primera lectura: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirar que realizo algo nuevo; ya está brotando, no lo notáis… Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados”. Es evidente que el perdón de los pecados era una cosa de Dios. Por esto los maestros de la Ley se escandalizan y lo consideran una blasfemia, ¿“Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios”?. El problema es que ellos no perciben que Jesús sea Dios., el Mesías que tenía que venir.
Vale la pena destacar las actitudes del paralítico y de los acompañantes. Su actitud es un gesto de fe, de confianza y también de convicción y de lucha contra las dificultades. Aquellos hombres creían que Jesús podía curar al paralítico, tenían fe en ello y por tanto las dificultades no les amedrentaban, sino que luchan para conseguir lo que pretenden.
Esto nos debe servir para la vida, debemos luchar por las cosas, lo que vale cuesta, “La naturaleza no da nada al hombre que merezca la pena sin gran esfuerzo”.
Pero también sirve para nuestra fe, ¡cuantas veces tenemos dificultades para vivir la fe, para vivir como cristianos y claudicamos ante las dificultades!. Vivir la fe en nuestro mundo no es fácil, vamos contra corriente. Exige esfuerzo, voluntad, convicción… pero vale la pena, porque de ello salimos sanados, fortalecidos, renovados, como el paralítico.
San Pablo, en la carta a los Corintios, nos dice que nuestra fe no puede ser primero sí y luego no, llenos de dudas y vacilaciones, sino que tiene que ser sí muy convencido, firme, un AMÉN, que quiere decir Sí a Dios y a Jesucristo. Y esto se tiene que notar en la vida diaria. Que como a tantos como Jesús curó nos pueda decir: “TU FE TE HA SALVADO”.
- ACTUALIZAMOS:
- No podemos considerar este pasaje sólo como algo del pasado, sin relación con nuestra realidad actual. Hoy siguen existiendo personas necesitadas de liberación y continúa poniéndose en duda la verdadera identidad de Jesús. Por eso es necesario que la Palabra se haga carne en nuestra situación histórica y en nuestras vidas.
Todos debemos cargar la propia camilla, llevar la propia cruz. Los problemas y dificultades de cada día no nos los resolverá Dios. Pero a cambio, tenemos esta fuerza interior, este espíritu renovado, que nos da luz y fuerza par tirar adelante en la vida con optimismo e ilusión, y ser capaces de dar gloria a Dios como hacemos en la Eucaristía.
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“Viendo la fe que tenía, Jesús dijo al paralítico…”.”
¿Creo en un Jesús que libera de modo integral al ser humano perdonando y curando?
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Los portadores de la camilla en el pasaje recuerdan a las personas que son mediadoras, que nos llevan a Dios
¿Cómo llevamos a los paralíticos de hoy al Señor?
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Jesús perdona y cura al paralítico.
¿Cuáles son las parálisis que me impiden levantarme?
¿Y las parálisis que no dejan caminar a nuestro mundo? -
Los portadores de la camilla y el paralítico esperaron la curación de Jesús.
¿Nos ofrece este texto alguna esperanza para curar nuestras parálisis y las de nuestra sociedad?
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El camino que tenemos por delante no es fácil. Son muchas las parálisis que acosan nuestra vida, la de nuestra sociedad. Hay impedimentos internos y externos, personales y sociales. Por eso es necesario elevar al Cielo nuestra voz. Jesús sabrá decir como al paralítico “Levántate” para que nosotros podamos levantar a otros.