Evangelio según San Marcos. 11,1-10. (Antes de la procesión de entrada con los ramos)
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: -Id a la aldea de enfrente, y en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: «El Señor lo necesita», y lo devolverá pronto.
Fueron y encontraron el borrico en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: -¿Por qué tenéis que desatar el borrico?
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron. Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: -¡Viva, bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Viva el Altísimo!
Lectura del profeta Isaías. 50,4-7.
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
Salmo 21,8-9.17 18a.19-20.23-24.
R./ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R./
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R./
Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R./
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R./
Carta del apóstol San Pablo a los Filipenses. 2,6-11.
Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el cielo, en la tierra en el abismo-, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Marcos. 14,1-15,47.
[Faltaban dos días para la Pascua y los Acimos. Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. -No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. -¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
+ -Dejadla, ¿Por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. AL oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. -¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
C. -El envió a dos discípulos diciéndoles:
+ -Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús:
+ -Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. -Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. ¿Seré yo?
C. Respondió:
+ -Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
+ -Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
+ -Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:
+ -Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas».
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó:
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
+ -Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes
que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. -Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
C. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
+ -Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
+ -Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
+ -Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+ -Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mis mas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
+ -Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. -Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. -¡Maestro!
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la es poda, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
+ -¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no con cardaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. -Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres».
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. -¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. -¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
+ -Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. -¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. -Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. -También tú andabas con Jesús el Nazareno
C. El lo negó diciendo:
S. -Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. -Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar.
Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. -Seguro que eres uno de ellos, pues eres Galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. -No conozco a ese hombre que decís.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.]
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. -¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
+ -Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. -¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. -¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. -¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. -Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. -Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. -Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio- y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. -¡Salve, rey de los judíos!
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba. de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «EL REY DE LOS JUDIOS». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor».
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. -¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes se burlaban también de él diciendo:
S. -A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. AL llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
+ -Eloí, Eloí, lamá sabactaní. (Que significa. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían
S. -Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. -Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S -Realmente este hombre era Hijo de Dios.
[C. Había también una mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.]
Con el Domingo de Ramos iniciamos el recorrido pascual con la entrada de Jesús en Jerusalén. Fue un triunfo relativo, al estilo de Jesús, vestido de humildad, paz y mansedumbre. Pero podemos verlo como proclamación de su mesianismo.
En la Eucaristía escucharemos ya el primer relato de la Pasión del Señor.
Evangelio de la procesión de los ramos: Marcos 11, 1-10
Antes de la procesión de Ramos, el fragmento evangélico de san Marcos nos hace asistir a los preparativos de la entrada de Jesús en Jerusalén. No se tratará de una entrada triunfal, sino de una entrada mesiánica llena de humildad, en la cual el Mesías entrará montado sobre un borrico (Zacarías 9,9. Jesús encarga a los discípulos ir a buscar a la aldea de enfrente a este animal, y los discípulos lo recogen y lo llevan al maestro.
Una vez Jesús en su montura, la gente le alfombraba el camino por donde pasaba, el mismo camino que lo llevará a la pasión. Con una doble aclamación la gente le gritaba «Hosanna», y después ¡Hosanna en el cielo!, es decir, cerca de Dios, de quien viene Jesús, «el que viene en nombre del Señor» (salmo 117,26). Como «hijo de David», Jesús es aclamado como rey pacífico que se encamina al Templo.
Isaías 50,4-7.: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
Se trata de una escena vivida por uno de los discípulos del Segundo Isaías o bien por el mismo Siervo del Señor, que sabe escuchar como un discípulo la Palabra de Dios y que, con su propia palabra, sabe «decir al abatido una palabra de aliento» (v. 4), inicialmente durante el exilio en Babilonia. Pero él mismo ha de soportar maltratos de sus propios compañeros, como tantos otros profetas.
En tanto que «discípulo» el profeta ha de escuchar y experimentar las mismas palabras y enseñanzas que él mismo buscará transmitir a los demás. «El Señor me abrió el oído y yo no me resistí ni me eché atrás» (v. 5), y esto le ha comportado azotes, ofensas y salivazos. Pero, «el Señor me ayuda… endurecí el rostro como pedernal» (v. 7), como confiesan también otros profetas, a quien el Señor les dice: «Yo endurezco tu rostro como el de ellos y tu frente tan dura como la suya; yo he hecho tu frente como el diamante, que es más duro que la roca» (Ezequiel 3,8-9).
Filipenses 2,6-11. Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo
El conocido himno de la carta a los Filipenses presenta el fuerte contraste entre la humillación hasta la muerte a que se ve sometido Jesús y la exaltación por encima de cualquier otro nombre que le da Dios. Su «condición divina» Cristo no quiso guardársela para él solo, sino que se hizo igual a todos los hombres e incluso se rebajó más que ninguno hasta «la condición de esclavo», como un servidor de sus hermanos, abnegado hasta el extremo, hasta una muerte injusta en la cruz.
La respuesta de Dios toma una forma positiva, hasta dar al Siervo sufriente el nombre más grande, el nombre de «Kyrios» o «Señor», nombre que merece inclinación y reconocimiento, y que es la más grande expresión de alabanza «para gloria de Dios Padre».
No nos cansamos de meditar este himno cristológico, recogido por Pablo. Cristo el Hijo de Dios que no quiso presentarse como Dios, sino como hijo de hombre. Se despojó de lo divino y se vistió de lo humano. Parece locura, pero es misterio.
No sólo aceptó la dramática condición humana, sino la insoportable crueldad humana, sometiéndose a la muerte más indigna e injusta.
Dios lo ensalzó y lo constituyó Señor y Salvador del mundo.
Marcos 14,1-15.47. Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
En el evangelio de Marcos, el relato de la pasión de Jesús está construido con mucha atención. Incluso es probable que se base en un texto anterior. De hecho, es un relato del camino de Jesús hacia la muerte y quiere ayudar a integrar el ministerio del Mesías con la paradoja de la cruz.
Para dar un pleno sentido a la fe cristiana, la predicación y la catequesis necesitaban un relato de los últimos acontecimientos del camino del Hijo del hombre, un camino que pasa por la crucifixión pero llega hasta la resurrección. En este acontecimiento está condensado el núcleo de la fe cristiana.
El relato de Marcos es el más cercano a los hechos. Lo hace con sobriedad y respeto a los sufrimientos de Jesús en su cuerpo y en su alma. No mitiga la crueldad de los acontecimientos. Al final, después del velo rasgado, recoge la confesión de fe del centurión. Difícil creer en un Mesías y un Hijo de Dios que muere en cruz, dando un fuerte grito.
Desde el episodio de la unción de Betania (vv. 1-11) el lector y el oyente son conducidos hasta el ágape pascual (vv. 12-25), momento del anuncio profético del sentido de la muerte del Maestro, que le ha de llevar a participar en el Reino de su Padre.
La plegaria de Getsemaní, el arresto, la comparecencia ante el sanedrín, las negaciones de Pedro, la presentación de Jesús ante Pilato, los maltratos, la crucifixión, la muerte y el entierro son las etapas de este camino del Señor en solidaridad redentora con el camino de toda la humanidad. En el horizonte hay, sin embargo, una esperanza que no será defraudada.
- ENTRADA TRIUNFAL.
-
La entrada de Jesús en Jerusalén en se presenta como triunfal. Es un reconocimiento público, popular, de Jesús como el Mesías, el Ungido de Dios. Fueron gente sencilla, los discípulos, quizá los niños, quienes, en una reacción espontánea, levantaron sus voces y su ramos dando vivas a Jesús.
Fue un entusiasmo popular. Jesús iba montado en un borrico. Como nada estaba preparado, utilizaron ramas cortadas en el campo y sus propios mantos para alfombrar el camino la gente iba detrás y delante de Jesús y del borrico. Los discípulos, inicialmente sorprendidos, se convirtieron después en protagonistas de la procesión.
- ENTRADA MESIÁNICA.
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la entrada de Jesús en Jerusalén, montado en un pollino, no es un triunfo que pudiera ser reseñado en los libros de la historia, tampoco aparecería hoy en las portadas de nuestros medios de comunicación. Su importancia fue más bien teológica. No hay epifanías ni voces del cielo, pero sí se recoge la voz del pueblo, de ese pueblo pobre y humilde, pueblo mesiánico de Dios.
El salmo 117 y el profeta Zacarías anuncian este acontecimiento:
Escuchad, hay cantos de victoria en las tiendas de los justos…
Abridme las puestas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor…
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular…
Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegaría y nuestro gozo…
Bendito el que viene en nombre del Señor…
Ordenad una procesión con ramos (117,15.19.22.24.26-27).El profeta Zacarías nos describe el estilo, el perfume y las circunstancias de esta procesión:
Mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso, humilde y cabalgado en un asno, e un pollino de borrica. Él suprimirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén, será suprimido el arco de combate y él proclamará la paz a las naciones (Zac 9,9-10)
- UN TRIUNFO, PERO AL REVÉS:
-
Humanamente hablamos de triunfo cuando se consigue victoria sobre el enemigo, sea militar, sea político o cultural. Se empela la fuerza, la palabra, la riqueza, el saber. Aquí es la victoria de la no violencia, de la no fuerza, de la no riqueza, del no éxito, del no orgullo, de la no sabiduría. Un no rotundo a la soberbia y a la autosuficiencia humanas. Un sí pleno a la voluntad de Padre y a los valores del Reino de Dios.
El triunfo de la paz. El triunfo de la bendición. El triunfo de la mansedumbre. El triunfo de la humildad. El triunfo de la pobreza y la solidaridad. El triunfo de la alegría. El triunfo de Jesús, el Mesías.
El mismo Jesús encarna en plenitud estos valores:
- «Él es nuestra paz» (Mq 5,4).
- «Nos ha bendecido con toda clase de bendiciones» (Ef 1,3).
- «Soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29).
- «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58).
- Cristo es hijo de las Bienaventuranzas, que son bendiciones y alegres noticias.
- Cristo es el Amor, servicial y entregado hasta el fin.
- Cristo es el Rey que no avasalla ni se impone, sino que sirve y libera; es el Rey que hace reyes.
- COMPENETRADOS CON JESÚS:
-
Las lecturas de este domingo nos hacen ser testigos de una situación paradójica, la de un Mesías muy alejado de lo que se esperaba de él. Así es Jesús y así es el Dios de Jesús. Estas lecturas nos ayudarán a reflexionar y profundizar sobre las ideas que tenemos de Dios y de Jesús y sobre cómo somos sus discípulos, en medio de una sociedad que promueve valores muy diferentes.
- Jesús entra en Jerusalén realizando un gesto profético. ¿Qué gestos proféticos estamos llamados a realizar durante este tiempo? ¿Cómo contar a otros con hondura y claridad lo que nos dicen los textos de hoy?
- La entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un borriquillo habla de un Mesías pacífico y humilde. ¿La paz y la humildad son valores importantes en mi vida? ¿Cómo puedo favorecerlos en mi ambiente?
- La gente de la época de Jesús esperaba un Mesías todopoderoso que instaurara su reinado, liberase a Israel y lo colocara a la cabeza de las naciones. Y yo, ¿Espero un Mesías que nos de poder y fama? ¿Cómo es el Reinado de Dios que aguardo?