COMO ÉL NOS AMA

Todos tenemos la experiencia maravillosa de sentirnos amados por alguien y además, de poder devolver ese amor. Este sentimiento es el que nos sostiene en tantos momentos de la vida, aquellos que son los más difíciles, los más delicados y tristes, pero ahí está el que todo lo puede, el AMOR. Es el que nos motiva, nos da fuerza y da sabor y sentido a la vida.

El Evangelio de este domingo es continuación del anterior en el que Jesús nos pedía que estuviéramos unidos a él como sus sarmientos. Hoy nos vuelve a recordar lo que nos ama porque ese sentirnos amados nos fortalece, nos sustenta: “Permaneced en mi amor”. 

Estamos creados para eso, para llenar nuestra alma de algo tan verdadero, gratuito y sincero como el amor de Dios.

En griego, el amor se define por tres acepciones diferentes: el eros, que es el amor físico; filio, que es el amor de los amigos y de la familia y el amor ágape, que es el amor gratuito y más sincero. 

Jesús habla en las escrituras del amor ágape, el amor completo e incondicional, que no esclaviza, ni impone. 

El amor de Dios es así, verdadero y sin pedir nada a cambio. Además, no está reservado a algunos, aquellos que mejor lo hacen o parece que valen más. No, es universal y no hace acepción de personas, no se detiene ante razas o culturas. Aún así es verdad que para que nosotros lo sintamos profundamente, debemos mostrar disponibilidad y acogida, sentirlo en el corazón y desearlo, ser conscientes de ello. 

El amor de Dios es concreto y llega a cada uno de nosotros en diferentes situaciones, incluidas las de sufrimiento y opresión, muchas veces es el que nos salva y nos libera de nuestro dolor. 

Y todo ello es porque Dios nos ha elegido, a todos sin excepción, como sus hijos. “No sois vosotros los que me habéis elegido, os he elegido yo”. 

De sabernos tan amados, debe surgir la necesidad de una respuesta, que a la vez, es lo único que nos pide Cristo. Él ha reducido los mandamientos en uno solo “que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. 

Nos está pidiendo ese ágape gratuito e incondicional para con los demás; el mismo que él ha demostrado primero con nosotros porque somos sus amigos, no sus siervos, somos sus elegidos.

A veces no sabemos el camino que nos ayudará a hacer esto, pero también nos da la clave: “Permaneced en mi amor”. 

Hoy damos las gracias al grupo de primero de adolescencia que nos ha preparado la celebración y han ofrecido una nueva flor llena de vida. Queremos ser como los pétalos de ese girasol, unidos en torno al centro, que es Jesús.

Nos han regalado una oración preciosa a María que hemos escuchado: 

Madre, ayúdame a conservar un corazón de niño,
dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas,
un corazón grande para entregarse,
tierno en la compasión,
un corazón fiel y generoso
que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal.
Fórmate un corazón manso y humilde,
amante sin pedir retorno,
gozoso al desaparecer en otro corazón.
Un corazón grande e indomable que no se cierre,
que no se canse de querer;
un corazón cerca de tí y de Jesús.

Por último, se nos invita a preguntarnos: ¿me siento amado por Cristo y estoy unido a él?, ¿amo como él me ama y a quién amo? tenemos que dar un paso más allá y amar no solo a los que queremos cerca, sino a todos aquellos lejanos, enemigos, en definitiva, a los que nos cuesta amar. 

También os dejamos la canción: Con amor eterno de Ain Karen

Con amor eterno

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