ESPERO EN TU PALABRA

Ayer, quinto domingo de cuaresma, nos sentimos todos unidos en el dolor de tanta pérdida, desesperanza, soledad, impotencia y miedo. Pero no estamos solos, esto es lo mismo que sintió Jesús en muchas ocasiones por lo que le rodeaba. Como dice el salmo, sólo podemos esperar en su Palabra, confiar en Él, porque Dios está de nuestra parte, sufriendo con nosotros pero acompañándonos. 

Os dejamos a continuación la homilía de Felipe:

Jesús se echó a llorar. ¡Cómo lo quería!

Que bien nos puede hacer esta imagen de Jesús ante la muerte de su amigo Lázaro, y eso que él sabía desde hace días de su situación de grave enfermedad. Pero nos conmueve ver a todo un Dios llorando por la pérdida de un amigo. No es frecuente que los evangelios nos presenten a un Jesús tan humano, tan cercano y apegado al cariño de unos amigos, de una familia.

Estos días de pandemia, de tanto sufrimiento y dolor, de tanta ausencias y vacíos, también nosotros necesitamos sentir a Jesús llorando a nuestro lado, llorando con nosotros por la pérdida de tantos hijos de Dios, hermanos suyos y nuestros. Necesitamos sentirnos reconocidos en el cariño y el amor que Jesús profesaba a Marta, María y Lázaro, en esa casa de Betania, en ellos toda la humanidad tiene cabida, en ellos descubrimos a un Dios, no todopoderoso, sino todo frágil, todo débil, toda ternura que se compadece y se conmueve ante el sufrimiento humano.

Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.  

Pero siempre pueden surgir reproches ante aquello que cada uno espera de Dios, un Dios que se ocupe de nuestros problemas y que nos saque de los atolladeros en los que tantas veces estamos metidos. Un Dios tapa agujeros. Esta situación que vivimos nos puede ayudar a purificar nuestra fe, a descubrir desde lo más hondo de nuestro ser que Dios nos acompaña, que Dios nos ama profundamente y que sufre y llora con nosotros: “lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,35).

No hemos podido impedir, al menos de momento, que este virus acabe con tantas vidas, pero si podemos optar, como así está siendo, por ofrecer lo mejor de cada uno y hacer posible que donde reina la muerte, se abra paso la Vida. Eso es lo que Jesús quiere anticipar con la resurrección de Lázaro, que nuestra vida no acaba, que hay un futuro que nos espera a todos, un futuro que ya el mismo Jesús pudo anticipar en la transfiguración el 2º domingo de cuaresma y que hoy al concluir dicha cuaresma, transfigura también la muerte humana y terrena. Eso es lo mejor que está dejando esta pandemia, la vida entregada de tantos que se desviven para cuidar la vida, para llenar la enfermedad de detalles de ternura y de cariño. De tantos que están recibiendo el Espíritu del Resucitado, de otra forma no se entendería tanto amor y generosidad, tanta entrega y sacrificio, poner vida, poner vida para derrotar a la muerte.

“¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”

Creo que a todos nos ha llegado profundamente la reflexión del Papa el viernes 27 sobre el pasaje de la tempestad calmada y el miedo de los discípulos que temían por su vida.

Parece que el Señor contrapone en este texto el miedo a la falta de fe, y es verdad que muchos de nuestros miedos surgen de nuestra frágil y pequeña fe, por eso siempre debemos estar pidiendo esa fe que sostenga, anime y dé sentido  a nuestra existencia y no solo en los momentos de peligro, pero también es verdad que la fe se consolida en los momentos de mayor prueba y dependencia, le ocurrió al mismo Jesús, su miedo se hizo patente en el huerto de los olivos ante el sufrimiento y la muerte que se le venía encima, un miedo que le hizo sudar sangre y que le hizo caer en una profunda tristeza y angustia, incluso sabiendo que el Padre lo resucitaría. También eso, desde nuestra pobreza y fragilidad nos ayuda a confiar y a poner nuestra mirada más allá de la muerte que nos rodea.

Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá.

Es el mensaje de toda la Cuaresma, la confesión de fe en un Jesús que nos llama a la vida, que resucita por nosotros y para nosotros y que nos invita a vivir ya ahora, aquí, como resucitados en los pequeños o grandes signos de esa vida nueva que Él inaugura y que hacemos patente con nuestro amor y servicio.

Terminemos haciendo nuestra la confesión de fe de Marta: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Que la bendición del Señor siempre nos acompaña y nos ayude la protección de su Madre

Felipe

Hoy también hemos propuesto en catequesis, para trabajar con las familias una manualidad; hacer una caja en forma de corazón. Es una forma difícil de conseguir, difícil como el momento que estamos viviendo, pero entre todos seguro que ha salido algo precioso, que después puede contener todo el amor que sentimos esperando en casa y rezando por lo que más están sufriendo. 

Seguimos siendo enviados a la oración, a la fe y a estar unidos en el Espíritu de Cristo. 

El coro nos ha regalado esta preciosa canción que nos recuerda que somos luz pero necesitamos que Cristo nos encienda: “Enciéndeme”.

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