LECTIO DIVINA – CICLO A – CUARESMA DOMINGO I

Lectura del libro del Génesis 2, 7-9; 3, 1-7

Lectio: composición gráfica utilizando los motivos principales de la vidriera de la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Moratalaz, Madrid

El Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo.
Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer:
«¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La mujer contestó a la serpiente:
«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”».
La serpiente replicó a la mujer:
«No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió.
Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

Salmo 50, 3-4. 5-6ab. 12-13. 14 y 17

R./ Misericordia, Señor, hemos pecado

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R./

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R./

Oh, Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R./

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R./

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 12-19

Hermanos:
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron…
Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.
Y tampoco hay proporción entre la gracia y el pecado de uno: pues el juicio, a partir de uno, acabó en condena, mientras que la gracia, a partir de muchos pecados, acabó en justicia.
Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos.
Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

El tentador se le acercó y le dijo:

«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».

Pero él le contestó:

«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».

Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:

«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».

Jesús le dijo:

«También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».

De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo:

«Todo esto te daré, si te postras y me adoras».

Entonces le dijo Jesús:

«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».

Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.

Al iniciar la cuaresma, la Palabra se remonta al comienzo de la Historia de la Salvación. A un mundo creado como bueno donde el ser humano fue puesto para ser feliz. Pero el Génesis nos recuerda la desobediencia de Adán y Eva, que sucumbieron a la tentación de querer ser como Dios y se incapacitaron para llevar a cabo ese proyecto. Las consecuencias de aquel primer pecado hubieran hipotecado definitivamente la historia, condenada a confundir para siempre el bien y el mal, pero Cristo ha roto aquella dinámica fatal. Es lo que Pablo y Mateo nos recuerdan: que Jesús vence la vieja tentación que amenazaba desde el principio a la humanidad.

El evangelio de las tentaciones es lectura obligada en cada primer domingo de cuaresma. En este ciclo litúrgico nos encontramos con la versión de Mateo. En ella, Jesús es puesto a prueba por Satanás para que realice su vocación de Hijo de Dios, proclamada en el bautismo, por caminos opuestos de los que el Padre le pide.

COMPRENDER EL TEXTO:

En la primera parte del evangelio, Mateo quiere mostrar a sus lectores quién es Jesús (Mt 1,1-4,16). De este modo los prepara para comprender sus enseñanzas y solidarizarse con su destino. Hacia el final de esta sección, Jesús es proclamado Hijo de Dios durante su bautismo (3,17). El episodio de las tentaciones, situado a continuación, sirve de contraste a dicha proclamación y ayuda a captar en qué sentido debe ser interpretado este título como expresión de la identidad mesiánica de Jesús. 

Jesús es conducido al «desierto», que en la Biblia suele aparecer como lugar de prueba, habitado por demonios y alimañas. Pero no es Satanás, sino el Espíritu que ha descendido sobre él en el bautismo, quien lo lleva hasta allí. No se trata, pues, de una encerrona, sino de algo que responde al plan de Dios. Es un relato cargado de simbolismo. Fijándonos en los demás elementos con los que Mateo construye la escena (“cuarenta días”, “ayuno-hambre”, “poner a prueba”…), comprendemos mejor su sentido. El evangelista está pensando en Dt 8,2-5, donde se narra los “40 años” que Israel pasó por el desierto y donde fue “puesto a prueba” para ver si era capaz de obedecer al Señor como un “hijo”. El libro del Éxodo nos recuerda que el pueblo sucumbió a la tentación. En cambio Jesús, el “Hijo de Dios”, se enfrenta al mal y lo vence en su propio terreno. Esto, además sucede 3 veces, número que indica totalidad. Indica que las tentaciones de Jesús no son un hecho aislado y puntual en la vida de Jesús, sino un resumen anticipado de las que sufrió a lo largo de su vida y en especial durante su pasión y muerte. (Mt 27,39-44). Fijémonos en el esquema que se repite en cada tentación.

El diablo inicia sus acometidas con la expresión: “si eres Hijo de Dios…” indica que la intención es desviar a Jesús de su forma de entender y vivir su ser Hijo de Dios. Para ello le propone aprovecharse de su condición, enfocarla como privilegio, ejerciendo el poder que conlleva en beneficio propio. De este modo podrá tener lo que necesita -convirtiendo las piedras en panes- , alcanzar la fama -realizando milagros espectaculares- y ejercer el dominio absoluto sobre el mundo, aunque para ello deba someterse a la lógica del mal. En el fondo es una sola tentación bajo tres aspectos distintos. Pero Jesús no cae en la trampa.

Es importante ver cómo Jesús vence las tentaciones citando la Escritura (Dt 8,3; 6,16;6,13). Lo hace porque no está dispuesto a la voluntad del diablo, sino sólo a la voluntad de Dios expresada en su Palabra. Ser hijo no es para ejercer el poder económico (panes), religioso (templo) o político (los reinos del mundo), sino una oportunidad de vivir en actitud de obediencia al Padre. Nada es tan importante y necesario como hacer lo que Dios quiere. Por eso no utiliza su relación con Dios para obtener ventajas personales. Dios es el único Señor y ese convencimiento guiará toda su vida (En Mt 16,1-4; 16,21-23; 26,51-54 Jesús actúa en total coherencia con las opciones que se reflejan en su rechazo de las tentaciones).

Jesús se niega a ser el Mesías que muchos esperaban. Sus credenciales como Hijo de Dios serán la fidelidad y la obediencia. No realizará milagros para hacerse propaganda, sino para expresar la compasión de Dios hacia los necesitados. La lógica de su vida estará guiada por el servicio y no por la idolatría del poder. De este modo desbarata las propuestas del adversario, que no tiene más remedio que huir. Su retirada transforma el escenario y convierte el desierto en un lugar donde Jesús experimenta la presencia y el auxilio de Dios. Por eso los ángeles se le acercan para servirle, ofreciéndole aquel alimento que viene del Padre y que sacia su hambre de verdad: “mi comida es hacer la voluntad del que me envió” (Jn 4,34).

ACTUALIZAMOS:
Los 40 días de ayuno que Jesús pasó en el desierto inspiraron la duración de la Cuaresma cristiana. Lo que se nos pide en ella, no es tanto privarnos de alimentos como renovar nuestra vocación de hijos de Dios, esa que también nosotros recibimos en el bautismo y se ve amenazada, como la de Jesús, por numerosas tentaciones que tratan de anular el dinamismo del Reino. 

  1. Si eres Hijo de Dios…
    ¿Qué me enseña este pasaje sobre la persona de Jesús y su relación con el Padre?
  2. Todo esto te daré si te postras y me adoras”:
    ¿Qué tentaciones amenazan mi coherencia de vida cuando trato de servir como hijo de Dios en la línea en que lo hizo Jesús?
  3. No tentarás al Señor, tu Dios…
    ¿Qué puedo aprender de la actitud de Jesús ante las tentaciones?
  4. Entonces lo dejó el diablo…
    ¿Qué esperanza me ofrece la victoria de Jesús?

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