LECTIO DIVINA – CICLO A – JUEVES SANTO

INTRODUCCIÓN AL TRIDUO PASCUAL:

Lectio: composición gráfica utilizando los motivos principales de la vidriera de la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Moratalaz, Madrid No podemos desvincularlo de todo el camino cuaresmal, no tiene mucho sentido participar del triduo si no se ha hecho el camino cuaresmal. Ceniza, oración, ayuno, limosna, celebración de la reconciliación.

La cuaresma ha tenido una dimensión personal e intransferible, pero también comunitaria y ambas en perspectivas de la PASCUA.

La PASCUA no es un hecho aislado, sino punto de llegada y de partida.

  • Celebramos un solo misterio “El triduo del crucificado, sepultado, resucitado” el triduo pascual. Un solo misterio en varios días para dar tiempo a la meditación, a la oración y al ayuno. Es tal la densidad del misterio celebrado que necesitamos vivirlo despacio, de manera que el alma se empape de su significado.
  • La celebración del misterio de Cristo es también la celebración de NUESTRO PROPIO MISTERIO, nuestro camino hacia la verdad, de nuestra inserción en Cristo. La PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO, nos afecta directamente porque estamos en el camino de incorporarnos a CRISTO.
  • No solo celebramos la PASCUA DE CRISTO, SINO NUESTRA PROPIA PASCUA. Si la de Cristo ya fue, la nuestra está siendo, y para que continúe adelante, celebramos, rememoramos y nos unimos a la de Cristo. Y no resulta muy evidente que las personas hablen de celebración de su propio misterio pascual unidos al de Cristo. Da la impresión de celebrar algo que nos es ajeno, como si el cristiano no estuviera empeñado en el misterio de Cristo en su vida ordinaria: liberación del pecado. Esto exige una postura de fe en la celebración.
  • Cuidar el ambiente, silencio, oración, ayuno, meditación. Los textos bíblicos son fundamentales. No son días de tristeza, sino de esperanza y alegría. No es posible entrar en el misterio sin un ambiente de recogimiento.
  • Nos reunimos para convivir y compartir el misterio central del Señor Jesús. Misterio que nos enfrenta a nuestra propia vida y nos pide descubrir un horizonte nuevo de vida.
  • PROCLAMAMOS que nada hay posible que pueda detener el amor de Dios hacia nosotros y su empeño en salvarnos. Jesús no solo no se ha detenido ante el dolor y la muerte, sino que ha asumido y vencido la misma tragedia de la muerte. Dios comienza a actuar allí donde todo parece que se ha acabado.
  • NECESITAMOS SENTIRNOS POBRES para que comience Él a actuar en nosotros como Dios. Mientras nos creamos poderosos, satisfechos, capaces, seguros de nosotros mismos, Dios no puede intervenir. No es posible una celebración del Triduo Pascual al margen de la fe.

JUEVES SANTO: Lectio

Los hebreos nómadas ya celebraban, en primavera, sacrificios de animales para ganarse la benevolencia de Dios para ellos y par sus rebaños (Ex 5,3). Siendo en primavera, todo tenía un aire de renovación y de regeneración vital de la creación después del invierno. A partir de la liberación de Egipto, se convertirá también en memorial de la actuación del Señor que saca a su pueblo de la esclavitud.

La Pascua se celebraba en luna llena, en el primer mes del año hebreo, después del equinoccio de primavera (Lv 23,5). Cada casa debe tomar un cordero o un cabrito y debe separarlo del resto del rebaño, consagrándolo para el sacrificio. El Sacrificio que el Señor pide a los israelitas es un sacrificio de comunión: la sangre que se vertía sobre el altar ahora servirá para untar las puertas como signo de protección y de pertenencia al pueblo de Israel. El significado expiatorio del sacrificio pascual es posterior, presente ya en tiempos de Jesús. Es tradicional acompañar la comida de los sacrificios con panes sin fermentar (junto con las verduras amargas) ya que la fermentación es vista como impureza y corrupción; en la cena pascual esta práctica será vista como un signo más de la prisa que comportaba la huida de Egipto, junto a la prescripción de comer el cordero con “la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano”.

En los evangelios sinópticos la Última Cena de Jesús es una cena pascual. En el evangelio de Juan, en cambio, Jesús es crucificado el día de Pascua, el momento en que se sacrificaban los corderos.

Jesús da un nuevo significado a las palabras, los signos y la realidad. Ahora hablamos de otro paso, de otra libertad, de otra inmolación del cordero, de otra presencia de Dios en medio de su pueblo.

Los cristianos de hace 2000 años vieron que el paso de Dios más decisivo acontecido en la historia, fue Jesús de Nazaret. En Jesús vieron la máxima expresión del amor de Dios. Para ellos Jesús era la auténtica Pascua.

Cuando llegan a su fin los días de su existencia terrena, Jesús realiza su Pascua, su paso de este mundo al Padre. Da gracias al Padre y ofrece a los suyos, el pan, que es su propio cuerpo, su propia vida, la Palabra definitiva, que Dios pronuncia en su persona. Por eso dirá sobre el pan: “Tomad y comed; esto es mi carne”, es decir, mi ser mortal de hombre, ofrecido por vosotros. “Haced vosotros lo mismo en memoria mía”. Jesús explica así el significado de su entrega en la cruz: su persona, su “cuerpo”, es como un pan partido que sirve para alimentar a los demás, para darles vida; y su sangre (su vida) es vertida, es empleada, en provecho de todos los hombres.

En adelante la fe será otra cosa. Pasará necesariamente por Jesucristo, y consistirá en la unión con Él, en dar la vida por los hermanos. Comulgar a Cristo es entrar en comunión con todos los desheredados de este mundo; es comenzar en este momento una vida nueva, siempre dispuesto a afanarse, para hacer de este mundo una familia de hermanos.

Este es el relato más antiguo de la Cena del Señor, escrito hacia el año 56. Pronto, entre los cristianos, fue tomando cuerpo la costumbre de juntarse por casas a celebrar la fracción del pan o Eucaristía, la acción de gracias porque Dios se nos ha acercado en la persona de Jesús.

Pero no hay que olvidar la fuerte crítica que hace Pablo a los cristianos de Corinto por la manera de celebrar la Eucaristía: con divisiones (v18); diferencias entre ricos y pobres (v 21); sin ser conscientes de las exigencias que aquella comportaba (v 27). Pablo exhorta a los cristianos a vivir la comida del Señor con total conciencia de lo que significa. Pablo recuerda que Jesús pidió que sus discípulos hicieran sus mismos gestos en memorial, pero no como un rito vacío, sino como identificación con su entrega a los demás por amor. Ofender al “cuerpo de Cristo” que es la comunidad, despreciando a los más pobres que hay en ella, o creando divisiones, es una profanación de la cual los cristianos tendrán que responder ante Dios mismo.

Juan nos presenta el lavatorio en sustitución de la Eucaristía. Viene a ser lo mismo, porque en la Eucaristía, la clave es la entrega: “Este es mi cuerpo (vida) que se entrega”. Y en el lavatorio, la clave es también la entrega, el servicio. Jesús presenta la cruz como un servicio por amor. El amor por los demás significa con frecuencia humillarse, hacerse servidor. Lavar los pies era un trabajo reservado a los esclavos.

Jesús sabe lo que va a hacer: morir por amor. Se siente plenamente confiado en el Padre (v 13,1)

Pedro se revela contra lo que hace Jesús, aún no ha comprendido bien que el mesianismo de Jesús es un mesianismo de servicio y no de poder. Jesús le dice que ahora no lo entiende, que ya lo comprenderá más tarde. ¿Cuándo es este después? Será después de la resurrección de Jesús, cuando los discípulos interpretarán lo que ha pasado y cuál es el significado profundo de los gestos y de las palabras de Jesús. Pedro, según el evangelio de Juan, comprenderá a Jesús cuando se le aparece cerca del lago de Galilea, cuando le pregunta sobre su amor y le encarga la misión de pastorear su rebaño también hasta la muerte (Jn 21,15-19).

Es interesante constatar cómo entre los discípulos a quienes Jesús lava los pies, también está Judas. Su servicio de amor es para todos los discípulos, incluso para Judas, a quien el diablo ha puesto ya en el corazón la resolución de la traición (Jn 13,2). El amor de Jesús no está condicionado por la respuesta de los demás: Jesús ama, sirve, se da, porque forma parte de su ser más íntimo.

El lavatorio no es solo un gesto, representa toda la vida de Jesús, que fue un servicio. Hay, pues, una referencia al estilo y a la actividad de la vida de Jesús.

La comunidad de Juan meditó mucho sobre la persona de Jesús. En vida de Jesús, los discípulos se muestran ambiciosos (“¡A ver quién es el mayor de todos!”). Pero al releer el Antiguo Testamento se encuentran con los pasajes de Isaías hacer del siervo doliente, que toma sobre sí las flaquezas de los demás. Y ven reflejada, en esa lectura, la vida y persona de Jesús, el hombre peno, por su servicio y por su amor.

¡Que el Hijo de Dios sea así es algo inconcebible!

Esto es un escándalo permanente. Es una inversión total de los valores. Así, pues, la auténtica Eucaristía tiene lugar cuando uno se poner a servir a los hermanos, sin el servicio, sin la entrega, sin el perdón, sin el amor se queda en puro rito.

MEDITAMOS Y ACTUALIZAMOS:
  • Día del amor fraterno.
  • Institución de la Eucaristía.
  • Institución del sacerdocio.

«Habiendo amado hasta el extremo a los que se le habían dado, ofreció su cuerpo y su sangre bajo las especies del PAN Y DEL VINO y mandó a los suyos que continuaran esta tradición hasta el final de los tiempos«.

La Pascua (paso de Dios por la vida) es posible en Jesús, desde su entrega total y absoluta hasta la muerte y resurrección. Sin ENTREGA, no hay ni amor ni pasión, ni muerte ni resurrección. Sin entrega no hay libertad.

La disposición de Jesús a la entrega, debe provocar en nosotros una inquietante pregunta: ¿Qué estoy haciendo yo con mi vida y de mi vida? Este es el punto de partida para avanzar en el misterio Pascual.

LA FRATERNIDAD no es algo añadido a la Eucaristía, es Eucaristía porque es actitud permanente de entrega. Pablo la define como memorial del que se ha entregado por todos. Y lo que él ha hecho, la Pascua que él realizó, es lo que nos manda realizar.

Debemos preguntarnos, si como Jesús, entrego mi vida, si gasto mi vida en los demás o sólo en mi mismo. Porque esto es la Eucaristía, no es sólo “asistir” a misa. Hay que “Hacer eucaristía” vivir eucarísticamente, entregadamente, dando gracias al Padre por el amor que ha puesto en nosotros y que nos invita a repartir entre los demás.

Lo malo del amor es que nos cuesta situarlo en la realidad, lo vivenciamos más como deseo ideal que como dinámica de realidad. El amor se aprende amando. La limosna que doy, que no sea por tranquilizar mi conciencia, sino porque los otros me importan. Cuando nos demos la paz, que no sea un gesto que toca hacer, sino apertura del corazón que comparte.

Tenemos un puesto cada uno de nosotros en este mundo, y nuestra misión es poner nuestro granito de amor. El amor cristiano no se alimenta de simpatía, sino de detalles significativos, algo tan simple como mirar a las personas con otra actitud.

Jesús nos invita a la Eucaristía, quiere compartir con nosotros su amor, sabiendo que soy pecador. Que le niego, que le traiciono, quizá por eso me ofrece su pan y su vino, su sangre y su cuerpo, toda su vida. La cruz solo es el signo final de una vida de entrega, de una vida de amor y por amor.

Estamos llamados como él, a entregar nuestra vidas, a gastarlas, no en nosotros sino en los demás.

Por eso todos participamos del único sacerdocio de Cristo, que se ofreció a sí mismo, entregó su vida.

No hay pascua sin cruz” (S. Juan de la Cruz). Eucaristía = cruz y resurrección unidas. Llamados a vivir esto en lo cotidiano.

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