LECTIO DIVINA – CICLO B – ADVIENTO DOMINGO III

Lectura del libro de Isaías 61, 1-2a.10-11

Lectio: composición gráfica utilizando los motivos principales de la vidriera de la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Moratalaz, Madrid

El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad; para proclamar un año de gracia del Señor.
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación, y me ha envuelto con un manto de justicia, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.

Salmo Lc 1, 46b-48. 49-50. 53-54

R./ Me alegro con mi Dios.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. R./

Porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación. R./

A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia. R./

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 16-24

Hermanos:
Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros.
No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo; quedaos con lo bueno.
Guardaos de toda clase de mal. Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
El que os llama es fiel, y él lo realizará.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 6-8. 19-28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran:

«¿Tú quién eres?»

Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías».

Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?».

Él dijo: «No lo soy».

«¿Eres tú el Profeta?».

Respondió: «No».

Y le dijeron:

«¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»

Él contestó:

«Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:

«Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».

Juan les respondió:

«Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia».

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

La venida del Señor tiene sus precursores, mensajeros que van por delante allanándole el camino. Ésa fue la tarea de los profetas en el Antiguo Testamento, pregoneros de la Buena Noticia de la salvación para los pobres, como leemos hoy en el libro de Isaías. Y ésa fue la misión de Juan Bautista, el último de ellos, cuya presencia en medio de Israel hace presentir ya próxima la llegada de Cristo. Sin atribuirse una identidad que no le corresponde declara que él no es el Mesías esperado, sino sólo una voz que clama para que todos se preparen a acoger la luz que llega con Jesús. A este testimonio que hoy nos llega por medio del evangelista Juan se unen el salmo y la primera carta a los Tesalonicenses que nos invitan a vivir este anuncio del Adviento con profundo sentimiento de alegría.

Que la espera del Señor nos haga estar siempre contentos y a la escucha de su Palabra mientras nos disponemos para recibirle.

COMPRENDER EL TEXTO:
De nuevo nos encontramos hoy con la figura de Juan Bautista, uno de los personajes característicos del Adviento. Pero a diferencia de Marcos, que la semana pasada nos lo presentaba como un profeta austero que predica la conversión, el evangelista Juan, desde su propia perspectiva, insiste en subrayar su condición de testigo eminente de Jesús.

El texto que hemos leído reúne dos pasajes diferentes, aunque separados por pocos versículos, procedentes del cuarto evangelio. El primero pertenece al prólogo poético (Jn 1,6-8) y el segundo, al prólogo narrativo (Jn 1,19-28). En ambos aparece la figura de Juan el Bautista y podríamos decir que el segundo desarrolla lo que se afirma en el primero. Se ve claramente observando los términos “testigo” y “testimonio” aparecen en ambos y “enganchan” el uno con el otro. Todo ello se entiende en el contexto del programa trazado por el evangelista, que ha concebido su obra como una gran defensa judicial sobre Jesús y quiere presentar a Juan Bautista como el primero de los que dan testimonio a favor de él.

En el primer pasaje la presentación del Bautista como testigo corre a cargo del mismo evangelista. Aunque “enviado por Dios”, Juan es sólo “un hombre”. Y si bien “no era él la luz”, se le encargó la misión de ser “testimonio de la luz”, preparando así la encarnación de la Palabra. Muchos estudiosos han dicho que, con este modo de hablar, el evangelista quiere poner las cosas en su sitio y zanjar la polémica con los discípulos del Bautista, que reclamaban la superioridad de su maestro con respecto a Jesús.

En el segundo pasaje es Juan mismo quien se presenta y explica el contenido de su testimonio. La ocasión se la brinda el interrogatorio al que lo somete una comisión de sacerdotes y levitas, algunos de ellos fariseos, enviados por las autoridades religiosas de Jerusalén. A primera vista desean saber quién es, pero para comprender su intención tenemos que fijarnos en las preguntas que le hacen. El hecho de que Juan bautizase podría dar a entender que él era el Mesías esperado por Israel, o Elías revivido que, según la mentalidad popular, aparecería como precursor de aquel, o el profeta prometido por Dios a Moisés (Dt 18,15-20). Las respuestas del Bautista a las preguntas que le formulan los sacerdotes y levitas enviados para saber sus intenciones son todas ellas negativas. Juan no se atribuye títulos que no le pertenecen. De este modo se perfila aún más su identidad respecto a la de Jesús y se descartan ciertas maneras de concebir su misión que podían haber sido defendidas históricamente por sus discípulos.

Finalmente, el Bautista se identifica. Después de dejar claro lo que no es, y respondiendo a la insistencia de sus interrogadores, declara abiertamente lo que es. Echando mano de las mismas palabras del profeta Isaías que ya encontramos la semana pasada en el evangelio de Marcos, Juan se define a sí mismo como “la voz que grita en el desierto”.

Lo importante es percibir una vez más que Juan está apuntando hacia Jesús, que su misión está en función de él. Si volvemos a leer los primeros versículos del evangelio de hoy (Jn 1,6-8), lo veremos aún más claramente. Las últimas palabras del Bautista insisten en ello. El hecho de que Jesús venga “detrás” de él no significa que sea “menor” que él (Jn 1,15.30). Al contrario, la alusión a su bautismo con agua y a la indignidad para desatar la correa de sus sandalias ponen de relieve que de ningún modo desea suplantarlo.

ACTUALIZAMOS:
Juan Bautista se presenta a sí mismo como el que da testimonio de Jesús, reconociendo humildemente su propia limitación: él no es la luz, no es el Mesías, no es Elías, no es el Profeta… No es la Palabra. Es sólo una “voz” que clama. Conoce sus carencias y sabe que sólo Jesús puede llenarlas. Por eso es una figura tan importante en el Adviento y puede ayudarnos a vivir este tiempo de espera ahondando nuestro deseo de que el Señor se haga presente en medio de nosotros.

  1. En medio de vosotros hay uno que no conocéis”.
    ¿Cómo deberíamos aprovechar este tiempo de Adviento para conocer mejor a Jesús y relacionarnos con él de un modo más personal y cercano?
  2. Juan Bautista dio testimonio “para que todos creyeran por medio de él”.
    ¿Cómo me siento interpelado por su palabra?
    ¿Qué clase de testimonio puede hacer que lo que anunciamos sea aceptado por quienes nos rodean?
  3. Juan vino “para dar testimonio de la luz”.
    ¿Qué significa hoy para mí ser “testimonio de la luz”?
    ¿Qué situaciones de oscuridad me gustaría iluminar y cómo podría hacerlo?
  4. El Adviento es tiempo de esperanza, tiempo de alegría.
    ¿Qué elementos del pasaje que hemos leído te ayudan más en este sentido?

El Adviento ha de vivirse en clima de oración porque lo que esperamos sólo puede ser pedido humildemente y recibido como un don.

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