LECTIO DIVINA – CICLO B – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO XII

Lectura del libro de Job. 38,1.8-11

Lectio: composición gráfica utilizando los motivos principales de la vidriera de la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Moratalaz, Madrid El Señor habló a Job desde la tormenta: –¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y niebla por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas»?

Salmo responsorial. 106,23-24.25-26.28-29.30-31.

R./ Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

(Los hijos de Israel) entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano. R./

El habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto;
subían al cielo, bajaban al abismo,
el estómago revuelto por el mareo. R./

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar. R./

Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres. R./

Segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios. 5,14-17.

Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie por criterios humanos. Si alguna vez juzgamos a Cristo según tales criterios, ahora ya no.

El que vive con Cristo es una creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos. Mc 4,35-40.

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: –Vamos a la otra orilla.

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole: -Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: -¡Silencio, cállate!

El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

El mar, poderoso y violento, inspiraba temor a los antiguos israelitas, quienes veían en él un enemigo de Dios. Pero Dios no tiene rival, su dominio sobre el mar era indiscutible, y así lo expresa el libro de Job. El evangelio de Marcos, desde la certeza de que Jesús es Dios, lo muestra calmando la tempestad que amenazaba las vidas y la fe de los discípulos. A quienes hemos subido a la barca de Jesús nos sigue amenazando tormentas, nos inunda el miedo y la falta de fe. Sin duda las lecturas de este domingo pueden ayudarnos a confiar en Cristo, a vivir desde él.

COMPRENDER EL TEXTO:
Dice Marcos que a los discípulos se les ha concedido conocer los misterios del Reino (Mc 4,11), es decir, conocer a Jesús en quien se hace presente el Reino. Pero ello no les libra de la duda y oscuridad respecto al Maestro. De hecho, cuando les amenaza una tempestad en el lago de Galilea tienen miedo y dudan a pesar de que Jesús está con ellos en la barca.

Jesús toma la iniciativa de cruzar, con sus discípulos, el mar de Galilea. Quiere que la Buena Noticia llegue a territorio pagano, pero la difusión del Reino, del que hablaban las parábolas, se ve obstaculizada por el mal. En el pasaje de este domingo que adopta la forma literaria de relato de milagro, el mal está representado por una gran tempestad.

La experiencia de una tormenta en el mar de Galilea no serían ajena a los discípulos, muchos de ellos eran pescadores. Pero Marcos en su relato va más allá del simple fenómeno meteorológico. El evangelista recoge del Antiguo Testamento el tema de la tormenta para simbolizar las graves amenazas a que se ve expuesta la comunidad de discípulos en su tarea de difundir el Reinado de Dios. De esta manera, cuando las primeras comunidades reflexionan sobre este pasaje, recordaban las dificultades con que se encontraban en su vida como cristianos y en su tarea misionera.

Además, este relato les recordaba dos cosas que Marcos quiere dejar muy claras en su evangelio: quién es Jesús y cuáles son las características del verdadero discípulo.

El Antiguo Testamento relata con frecuencia el poder de Dios sobre la tormenta y el mar, y cómo rescata a su pueblo de situaciones de apuro (ejemplo el salmo responsorial de hoy). Ese poder atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, se aplica ahora a Jesús, que obra como lo hizo Dios, lo que muestra su divinidad. El descanso que parecía mantenerle ajeno al miedo de los discípulos es, en realidad, expresión de su soberanía, seguridad y dominio. Sin embargo los discípulos no reconocen a ese Jesús y se sienten desamparados.

Seguir a Jesús supone afrontar una existencia llena de adversidades, de tormentas, y a veces el miedo es más fuerte que la confianza. Jesús calma el mar con su palabra y después reprocha a sus discípulos su falta de fe. Sin duda este reproche sería un toque de atención para la comunidad de Marcos: cualquier embate se puede resistir si Jesús está en la barca. Lo importante será mirarle a él, fiarse de él. Por tanto, la fe del discípulo debe ser fuerte y serena, incluso cuando aparece la tempestad y Dios parece guardar silencio.

La pregunta que cierra este pasaje: “¿Quién es éste?” no sólo se la hicieron los contemporáneos de Jesús, también nosotros. Marcos nos invita hoy, desde las tormentas de nuestra vida, a responderla.

MEDITAMOS Y ACTUALIZAMOS:
Este relato de la tempestad calmada ha puesto ante nuestros ojos quién es Jesús y nos ha mostrado que la fe en él debe ser una de las características del discípulo. Pero a los seguidores de Jesús, a los embarcados con él en la travesía de ser cristianos, nos siguen azotando las olas y continuamos teniendo miedo. Quizá este pasaje puede ayudarnos a confiar en aquel que llevará la barca a buen puerto.

  1. Fe:
    ¿Qué sentimientos y qué convicciones de fe ha suscitado en ti este pasaje?
    ¿Qué tempestades azotan mi vida en estos momentos?
    ¿Y la vida de nuestra comunidad cristiana?
    ¿Cómo reacciono ante ellas?
    ¿Soy consciente de la presencia de Jesús?
  2. Caridad: Cuando las tormentas agitan la vida de nuestra comunidad cristiana.
    ¿cómo nos implicamos?
    ¿Encontramos alguna invitación al compromiso desde este pasaje?
  3. Esperanza: Si Jesús sostuvo a sus discípulos en medio de la tempestad,
    ¿qué puedo esperar para mi vida?
    ¿Qué podemos esperar como comunidad cristiana y como Iglesia?

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