LECTIO DIVINA – CICLO B – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO IX «SANTÍSIMA TRINIDAD»

Lectura del libro del Deuteronomio. 4,32-34.39-40.

Lectio: composición gráfica utilizando los motivos principales de la vidriera de la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora en Moratalaz, Madrid Habló Moisés al pueblo y dijo: -Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿Hubo jamás desde un extremo al otro del cielo palabra tan grande como ésta?, ¿se oyó cosa semejante?, ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?, ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto?

Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que Seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor tu Dios te da para siempre.

Salmo 32:

R./ Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R./

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos,
porque él lo dijo, y existió;
él lo mandó, y surgió. R./

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R./

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R./

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos. 8,14-17.

Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: Abba! (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo.

Aleluya, aleluya. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá. Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo. 28,16-20.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban (Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado).

Acercándose a ellos, Jesús les dijo:-Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Esta fiesta nos invita a introducirnos en el misterio de Dios. Un misterio que sería imposible de entender para nosotros si él mismo n nos lo hubiera dado a conocer. Este revelación comienza ya en el Antiguo testamento con la afirmación de la unicidad de Dios frente al politeísmo de otros pueblos, tal y como se contiene en la primera lectura del libro del Deuteronomio. Pero es Jesús quien nos permite comprende que ese Dios único es a la vez comunión entre personas al hablarnos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pablo nos recuerda, además, que también nosotros vivimos sumergidos en ese misterio trinitario y que es en su seno donde podemos entender y experimentar lo que significa ser hijos de Dios.

COMPRENDER EL TEXTO:
La liturgia nos presenta el final de evangelio de Mateo para ser proclamada en la fiesta de la Santísima Trinidad. La razón es porque la formula trinitaria aparece claramente expresada en las palabras con las que Jesús envía a sus discípulos a continuar su misión después de la resurrección. 

El último encuentro entre Jesús y sus discípulos reviste, según el evangelio de Mateo, una importancia muy especial. La iniciativa de esta cita parte de Jesús, que se reúne con los suyos en el lugar en el que los había convocado previamente. (Mt 28,7.10).

Galilea es el lugar donde Jesús llamó por primera vez a sus discípulos (Mt 4,18-22) y desarrolló con ellos gran parte de su misión. Por otro lado, la mención del monte recuerda aquel momento fundamental de la historia de salvación en el que Dios congregó a su pueblo en el Sinaí. Con esas dos alusiones, el evangelista indica que nos encontramos en un momento decisivo. Se trata del nacimiento de la Iglesia, pueblo nuevo, nacido tras la Pascua, convocado por la autoridad de Cristo resucitado y llamando a continuar la misión de su Señor.

Para entender el alcance de las palabras con las que Jesús envía a sus apóstoles tras la Pascua es necesario recordar que, durante su vida terrena, su misión había quedado limitada a “las ovejas perdidas de Israel” (Mt 10,5-6). Ahora, en cambio, son enviados “a todos los pueblos”. El fuerte contraste entre aquel particularismo y la universalidad de este encargo final pone de manifiesto la inauguración de una realidad totalmente nueva. Esa novedad se manifiesta también en el modo en el que los apóstoles reaccionan ante el Resucitado.

Mateo destaca la transformación interior que el encuentro con el Resucitado opera en los discípulos, que antes “habían dudado” pero ahora “adoran” al Señor. Este cambio revela la actitud de fe con la que ellos acogen esta experiencia y la mentalidad renovada con la que se disponen a obedecerle mandato de Jesús. Sin esta transformación, la misión universal que se les encarga hubiera resultado estéril.

El objetivo del envío misionero es “hacer discípulos”, lo cual no se ha de entender en un sentido proselitista. Lo que Jesús quiere es ofrecer a todos la oportunidad de establecer con él esa relación única de intimidad y seguimiento que caracteriza la vida cristiana y que puede dar plenitud a la existencia humana. Y para ello se establece dos medios: el bautismo y la enseñanza. En cuanto a o segundo, los discípulos son enviados a transmitir lo mismo que han aprendido de Jesús. Y esto debe entenderse no tanto como doctrina teórica, sino como algo que se ha de “poner en obra”. En cuento al bautismo se subraya que es una “consagración”, es decir, una estrecha vinculación al Dios que se ha manifestado como Trinidad, al Dios Comunidad, al Dios Amor, al Dios de Jesús.

Las últimas palabras del Resucitado son sumamente consoladoras. La resurrección no aleja a Jesús de los suyos, sino que inaugura un nuevo modo de estar con ellos. Aunque desde el momento de la encarnación el evangelista lo ha presentado como el Enmanuel (Mt 1,23), es ahora, gracias a la resurrección, cuando los discípulos podrán entender de verdad que Jesús es “Dios-con-nosotros”. Sin esa presencia permanente “hasta el final de este mundo o de los tiempos”, que no es física pero sí absolutamente real y que sólo puede entenderse desde la comunión trinitaria, la Iglesia se sentiría ineficaz para llevar a cabo la misión encomendada.

ACTUALIZAMOS:
Este misterio que nos ocupa hoy, ha sido presentado con frecuencia como algo imposible de entender, solo asequible a mentes iluminadas. Pero no es la elucubración intelectual, sino la experiencia vital de la fe la que nos permite “entenderlo”. Que Dios, siendo uno, sea a la vez una comunidad de amor entre tres personas, tiene consecuencias muy claras a la hora de comprender lo que significa ser y actuar como cristianos. Sumergidos en ese misterio desde el día de nuestro bautismo, estamos llamados a ser hijos como lo fue Jesús, el Hijo, y movidos por su Espíritu atrevernos como él a ver en Dios a un Padre. Solo así podremos construir un mundo de hermanos, donde nuestras relaciones estén fundadas, como las de la Trinidad, en el amor. 

  1. Id y haced discípulos de todos los pueblos…
    ¿Qué te sugieren estas palabras en este momento de tu vida?
    ¿A qué te comprometen?
  2. …Y bautizándolos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.
    ¿Qué significa para ti haber sido bautizado en el nombre de la Trinidad?
    ¿Cómo te ayuda a comprender tu misión como cristiano en este mundo?
  3. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
    ¿Qué sentimientos provoca en ti esta promesa de Jesús?
    ¿De qué modo te anima a seguir construyendo el Reino cuando te desmoralizas o desanimas?

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