Seguimos en Pascua , hoy en el domingo de la misericordia, uno de los dones más necesarios que Jesús nos ha regalado.
Jesús enseñó a sus discípulos que el reino de Dios no es como el de los hombres: de prestigio, primeros puestos y poder, sino de amor, paz y misericordia.
Durante los días de Semana Santa nos acompañaron estos signos que ofrecieron los grupos de catequesis y el domingo de Resurreción colocamos este jarrón con una flor en el que cada domingo de Pascua un grupo se encargará de renovar las flores y cuidarlo para toda la comunidad. Dios nos pide orar y cuidarnos los unos de los otros como modo de reavivar esa vida que él ha puesto en cada uno de nosotros. Como signo de ello, hemos puesto una flor nueva en el jarrón, junto a la flor de la semana pasada que ya está un poco marchita.
El Señor entra en nuestra vida como en aquella casa en la que estaban reunidos los discípulos diciendo: ¡Paz a vosotros!. Hoy también está aquí, en medio de nosotros, y a pesar de no verlo físicamente, nos invita a cerrar los ojos y ver con el corazón; el espíritu que recibimos en el bautismo es lo que hace posible que Cristo viva en cada uno de nosotros. Tenemos los signos del cirio pascual, encendido en vigilia de Resurrección, que nos recuerda que él es nuestra luz; y el agua bendita que renueva nuestro bautismo.
Nuestra vida está llena de dificultades y problemas pero Cristo nos ofrece su paz para sentirnos acompañados y evitar que éstos nos superen. La fe que nos ha regalado nos sustenta porque vive en nosotros.
Otro gran regalo que nos hace, es la comunidad, que nos ayuda a vivir esa fe y suple lo que a cada uno nos falta. Tomás sólo creyó cuando se encontraba con sus compañeros y cuando Jesús le mostró los signos de la cruz. Sólo así pudo comprender que ¡el resucitado es el mismo crucificado!. Sólo así pudo decir “¡Señor mío y Dios mío!”, reconociendo que Jesús es el hijo de Dios y el que tenía que venir, que nos renueva con su Espíritu, nos limpia y es misericordioso con nosotros.
Jesús nos envía a cada uno de nosotros a anunciar la buena noticia: ¡Cristo está vivo, nos acompaña y vive en nuestro corazón!.
En las primeras comunidades, cada uno aportaba lo que tenía y recibía lo que necesitaba. Hoy se nos invita también a reflexionar y preguntarnos ¿qué aporto yo a la comunidad, a la sociedad? y también ¿qué me aporta a mí la comunidad?. Somos parte de la Iglesia que está ayudando a tanta gente con necesidades, que tanto acompaña en los momentos difíciles y eso nos tiene que llenar de alegría porque ¡somos parte de esta comunidad que ayuda!.
Hoy también damos gracias a Dios por su misericordia y porque nos hace partícipes de su resurrección y alegría quedándose cerca de nosotros.
Os dejamos la canción que hemos cantado en la celebración en versión de la Natividad.