Y tras el silencio y la oscuridad que hay desde anoche… en esta tarde el primer encuentro de Jesús resucitado con María Magdalena. En la última hora del viernes y en la primera hora de la Pascua, Jesús siente pasión por enjugar lágrimas. Día de pocas palabras también, día para dejar que el Resucitado nos encuentre y, como a las mujeres y a sus amigos, nos diga: sólo quien ama, permanece en la Vida.
Así nos lo transmite Felipe en su homilía de la Vigilia Pascual.
VIGILIA PASCUAL 11.04.2020
“Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron”
Que fácil es perder la fe en la resurrección durante estos días duros que nos está tocando vivir. Si miramos a nuestro alrededor se nos muestran imágenes de féretros, de ataúdes, de morgues habilitadas para recoger tanta muerte y tanto dolor, cifras escalofriantes, datos que nos desbordan y nos asustan. Eso mismo les ocurrió a los apóstoles, encerrados, llenos de miedo, sintiendo el fracaso de aquel en el que habían creído, pero que no habían escuchado; al que habían visto, pero no habían sintonizado con el ritmo de su corazón y de sus entrañas. Qué fácil es quedarse en el dolor, la limitación o el fracaso.
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
Esto es el núcleo de nuestra fe, creer, sentir y experimentar que el crucificado es el resucitado, que ha vencido a la muerte y que camina a nuestro lado. Son ellas, las mujeres, María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago, las que van de madrugada a la tumba para embalsamar el cuerpo de Jesús, ellas que habían permanecido en un segundo plano, ellas que no contaban ni en la política, ni en la sociedad, ni en la Iglesia de aquella época, pero que supieron acompañar a Jesús, ayudarle con sus bienes, seguirle desde su condición de marginadas. Ellas si creyeron, sintonizaron con sus palabras, con sus gestos, con su amor desmedido por la humanidad doliente. Ellas, que como tantas veces diría Jesús, se le conmovieron las entrañas ante el dolor, la muerte, la indigencia, la soledad… Por ello se convierten en las primeras testigos, en los mejores discípulos, en las primeras enviadas a dar la gran noticia, la mejor noticia que podían comunicar. Ellas que supieron amar y dejarse amar por el Señor, porque, queridos hermanos, ésta es la clave de la Resurrección, el AMOR, por eso, de los discípulos, sólo Juan, el más pequeño, el más frágil, el discípulo que amaba a Jesús y se sentía amado por el Señor, permaneció fiel, al pie de la cruz acogiendo su legado de Amor, para poder compartirlo y transmitirlo. Sólo el Amor es capaz de interpretar los signos de la resurrección, la tumba vacía, los sudarios, las vendas… vio y creyó
Quizá sea eso lo que este virus nos está aportando de positivo, también estos días hay muchas entrañas conmovidas, mucho padecer con y por los demás, muchos sentimientos de solidaridad, de servicio y de entrega, de auténtico y verdadero Amor. ¡Ojalá todo esto se prolongue más allá! Y nos haga sintonizar con el auténtico espíritu del Resucitado. Que no olvidemos, en el crucificado, “Mirar las señas de los clavos, mirar la herida de mi costado, y no seáis incrédulos, sino creyentes” y podamos hacer la confesión de fe para la que nos hemos venido preparando durante toda la cuaresma y estos días santos: ¡Señor mío y Dios mío!
Él va delante de nosotros a Galilea, allí le veremos.
Galilea de los gentiles, de los paganos, de los impuros, de la mezcla de pueblos, de ideas, de religiones… Él quiere ir delante de nosotros allí, donde hace falta su luz, su vida, su resurrección. No le busquemos en lo correcto, en lo establecido, en lo fácil, en lo de siempre. Él nos plantea el reto de ser sus TESTIGOS empezando por Samaría, por lo más cercano y hasta los confines de la tierra. Donde hay oscuridad, dolor, muerte, limitación, pobreza, soledad, coronavirus, allí debemos estar los cristianos, para proclamar con nuestras vidas, con nuestro compromiso, con nuestro amor QUE ES VERDAD, CRISTO HA RESUCITADO, VERDADERAMENTE HA RESUCITADO, Y NOSOTROS CON ÉL. Esta es la única vocación de todo Bautizado, de cada comunidad cristiana, de la Iglesia universal, y como nos dejará escrito S. Juan: “Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3,14)
¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!
Por eso podemos cantar ¡Aleluya!, porque solo el Amor es capaz de interpretar los signos de la resurrección, la tumba vacía, los sudarios y las vendas, como dice la canción “Aleluya de la Tierra” de Brotes de Olivo. Ponemos todo el sufrimiento de nuestro mundo en El Resucitado para que sea transformado en Aleluya.